A JOSÉ ANTONIO PARRA

Me siento frente a un papel en blanco con la intención de plasmar lo que siento por ti desde que te conozco. Desde que nací. Tengo miedo. Sería fácil recurrir a la tradicional cursilería y decirte que “te quiero” o que “te necesito”, algo que es bien cierto, pero no es esa mi intención al escribir esta carta porque creo que es quedarme muy por encima de lo que realmente quiero decirte. Por este motivo, intentaré explicarme mejor.

Papá, escribo esta carta por lo mucho que significas para mi. Porque has sido mi referencia en los momentos más difíciles y confusos que he atravesado y también en los fáciles. Porque eres la primera persona a la que quiero comunicar cualquier cosa positiva que sucede en mi vida, un detalle, una buena noticia, un encuentro inesperado, una alegría o cualquier pequeño logro. Sabes? Todas esas pequeñas cosas que son realmente importantes y que van haciendo que el día a día merezca la pena. Todo eso es lo que yo te quería contar, papá.

En estos momentos, siento la obligación auto impuesta de dejar constancia de lo que has aportado a lo largo de estos años para que otros sean testigos. Es mi pequeño homenaje. Papá, estoy en deuda contigo.

Necesito que sepas que recuerdo cada palabra, cada meditado consejo, cada sonrisa que me has dedicado cuando yo, por mi forma de ser, pensaba que el mundo se derrumbaba bajo mis pies. No he olvidado las palabras de apoyo ni la claridad de tus opiniones sobre cada uno de mis pasos en la vida. Una lágrima de orgullo llena mis ojos cuando hablo de ti. No puedo evitarlo, papá.

Recuerdo cuando me escuchabas con atención mientras yo te contaba mis grandes batallas en el cole, mis pequeñas victorias, o mis rabietas. Un examen aprobado, el elogio de un profesor, los deberes hechos a su hora…todo parecía importarte, papá.

Recuerdo cuando intenté irme de casa porque discutí con mamá, como tantas veces. Preparé mi maleta y antes de llegar a la calle me crucé contigo. Venías de trabajar. Me escuchaste y me diste la razón, consciente de lo desdichada que me sentía. También viene a mi memoria aquella temporada en la que no podía dormir y me asustaba la oscuridad. Tú te tumbabas a mi lado y esperabas a que conciliara el sueño. Sin embargo, tras algunas semanas, te diste cuenta de que no era la solución. Por ello, me dejaste sola. Sabías que tenía que superarlo por mi misma y lo hice. Y ese es un ejemplo que se puede trasladar a cada uno de los ámbitos de mi vida.

Siempre has confiado en mi, en mis posibilidades, has aplaudido mis logros lo justo como para que no me confiase y fuese consciente de que la vida no es fácil. Me has enseñado a volar, papá. Y has hecho de mí una persona fuerte a base de hablarme cuando yo no quería escuchar. Gracias por ello.

Siempre has intentado protegerme porque has tenido la capacidad de ver los problemas antes de que llegaran. Algo que yo no conseguía entender y que me daba rabia, lo reconozco. Tu faceta de observador (y los años, claro) te daban ventaja. Como yo no te hacía caso, luego, en la mayor parte de los casos, me tocaba darte la razón y reconocer mi error. A pesar de hacerlo a desgana, en mi interior te admiraba más. Siento no habértelo dicho. Lo siento, papá. Puede que mi orgullo me lo impidiese. No lo sé.

Tenías la capacidad de hacer las cosas más fáciles. Nada tenía la importancia inicial después de hablar contigo. Y eso, créeme, es un alivio. En ocasiones, es necesario que alguien te ayude a ver que un problema, en el que yo sola me he metido, tiene una solución y que está a tu alcance. En mi caso, ese alguien eras tú. Gracias por ello, papá.

También necesito que sepas que no me he sentido tan inútil en mi vida como cuando te he fallado o no he sabido como ayudarte. Cuando no he podido contribuir a que fueras un poquito más feliz o no he cumplido con tus expectativas. Cuando tuviste una época dura y no supe verlo o, peor aún, cuando lo supe no sabía qué hacer por ti. Lo siento, papá.

No puedo acabar sin decirte que te quiero, papá. Que te quiero de veras y no creo que haya un amor en el mundo más puro que el que yo siento por ti. Es un sentimiento incondicional, lleno de orgullo y admiración, porque sin ti en mi vida, no sería yo y no creo que fuese mejor persona. Porque tu contribución me ha hecho fuerte y me ha enseñado a establecer una escala de valores que hoy defiendo con firmeza. Ese es mi tesoro, papá, lo que realmente soy y lo que espero seguir siendo en mi futuro. Y necesito que sepas, papá, que estés donde estés, te querré siempre y, al recordarte, sonreiré y seré feliz, como siempre me has pedido.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

si un dia Gal·la diu això de mi, ploraré emocionat

Anónimo dijo...

Realment preciós...
mima

Serch dijo...

No tengo palabras Jess...

Anónimo dijo...

Molt bonic, però no he pogut evitar observar que ho escrius tot en castellà. Perque no ho intentes en valencià? :) Venint de tú, hem sonaria més dolçet.
Ara que pense, jo deuria fer el mateix :P

Anónimo dijo...

Has conseguido que me salten las lagrimas de emoción, orgullo y felicidad. Las cosas pequeñas hacen a uno grande y tu lo eres.
Se que en esta vida conseguiras lo que te propangas, pero ante todo se FELIZ, y recuerda que además de tus padres, somos muchos los que te queremos

Anónimo dijo...

He llorado de emoción, de orgullo, y de felicidad. Se que llegaras donde te propongas y encontraras lo que buscas, pero ante todo se tú misma y SE FELIZ.
Siempre recuerda que además de tús padres y hermano, somos muchos los que te queremos y estamos contigo. ESTER

Anónimo dijo...

Emocionant... de veritat!!

JESSICA dijo...

Gràcies pels vostres comentaris....imagine que les paraules descriuen sobre tot admiració i agraïment que es el que jo senc per mon pare...

Publicar un comentario

Te agradezco tu visita y me gustarìa que me dejaras un comentario. No lo hagas anonimamente, dime quien eres, asì es màs fàcil. Gracias.