SIN TEMOR AL TIEMPO


Hay personas que tienen miedo a la muerte, otras a la oscuridad, hay personas que tienen miedo a las ratas, a volar, al mar, miedo a las arañas, a los toros…..hay un millón de miedos diferentes y fobias incontrolables. La mayor parte de ellas sin cura, por ser un hecho psicológico que para cambiar necesita, según creo yo, de suerte además de un largo periodo de dura terapia. Muchos de estos causantes del miedo son comunes en un gran número de personas y son conocidas por todos. Sin embargo, no he oido demasiadas veces que se tenga miedo del tiempo.
El tiempo es uno de los factores a los que más hay que temer puesto que puede llegar a ser nuestro peor enemigo y ahí si que no hay cura. No hay nada que hacer. Si no se supera el miedo a volar puedes ir en coche o en barco, hay alternativas. Pero, ¿qué alternativa nos queda cuando nos da miedo el tiempo?. Mejor tenerlo como aliado.

No les falta razón a los que dicen que el Tiempo es nuestro tesoro más preciado ni a los que dicen que cuando alguién nos regala su tiempo nos hace el mejor regalo. Es cierto. El tiempo es limitado y tenemos el que tenemos, no más. Es incontrolable y corre mucho más que nosotros por tanto hay que aprovecharlo. Hasta ahí, todos de acuerdo con el Carpe Diem. Pero, ¿y la otra cara? ¿qué pasa cuándo se dispone de “demasiado” tiempo? Hablo de tiempo de soledad, tiempo para pensar, tiempo para llenar o tiempo para no hacer nada. Es el más feroz de los peligros. Los pensamientos más negativos en las personas llegan cuando se piensa demasiado, estoy segura, llegan los miedos y las inseguridades. El demasiado tiempo es en muchas ocasiones el desencadenante de depresiones y locuras varias, de imaginaciones extrañas y de la creación de historias raras en nuestra cabeza. Por tanto, como se decía anteriormente, es uno de los más feroces de nuestros enemigos si le permitimos controlar la situación. De ahí la importancia de coger de la mano nuestro tiempo, sea cual sea nuestra situación, no para hacer un pulso porque perderemos, sino para caminar juntos y llegar a la perfecta armonía entre las cosas que tenemos que hacer y el tiempo de que disponemos. Intentar gestionar bien cada uno de los momentos que vivimos y tener preparado un buen sistema de alerta que nos avise de cuando el tiempo “se nos cae encima”. Actuar con rapidez en estos momentos es importante. El tiempo es veloz, devastador y aplastante, pero funciona siempre igual, no dispone de la inteligencia de que disponemos nosotros para cambiar las cosas. Ese es nuestro fuerte, no el suyo, por tanto no está escrito que no podamos de algún modo, vencer el miedo al tiempo.

(FOTO:PERFECTAMENTE IMPERFECTA)

BUENOS DÍAS


Hemos perdido los valores. Recuerdo que cuando era pequeña, las mujeres en mi pueblo se pàraban por la calle unas con otras y se preguntaban por cómo iba la vida. Lavar la acera los sábados por la mañana era más un acto colectivo que una tarea del hogar. En mi pueblo sigue sucediendo ahora, pero seguramente se acabará con las nuevas generaciones y con la vida ajetreada de las grandes ciudades.
Desde hace unos días me fijo en la cara de la gente cuando camina por la calle, cuando va al centro, cuando hace la compra, cuando pasea...la gente mira pero no ve nada, no ve a sus semejantes y tampoco le interesa verles. Están demasiado ocupados en sus cosas como para pensar en los demás, para pararse a preguntar o incluso para saludar. Así que desde hace unos días yo estoy haciendo un ejercicio que consiste en ser la primera en saludar y dar los buenos días. Tanto si les conozco como si no, tanto si me miran como si no, tanto si me apetece como si no me apetece.
Por las mañanas voy a correr y veo a abuelitos que dan sus paseos en solitario, señoras que caminan mientras arreglan el mundo y hombres que lo hacen sin ganas por consejo médico. Yo doy los buenos días a todos y sonrío. Y he descubierto que es una costumbre que puede dar muchas satisfacciones. Es cierto que hay personas que me ignoran completamentem pero hay otras que devuelven la sonrisa y, sorprendidas, hasta saludan con la mano. Es precioso y me hace sentir bien.
Al final será cierto que el único modo de recibir es dar primero.

ESPERANDO A LOS REYES MAGOS


Durante los últimos días he decidido que voy a creer de nuevo en los reyes magos. A pesar de que el mito se rompió cuando aún era muy pequeña, demasiado pequeña, he decidido que de nuevo, absolutamente, voy a creer en ellos. Y es el momento oportuno porque llega la Navidad (si si, tres meses pasan volando). Este año, y con tres meses de antelación, voy a pedirles a Melchor, Gaspar y Baltasar poderes mágicos. En mi carta les explicaré que he sido buena y que necesito fuerzas para superar las pequeñas bromas de la vida. Necesito poderes para ver venir las diminutas piedras del camino, que si es cierto que no te hunden, te lastiman las rodillas y después te hacen cojear. Necesito aprender a esquivarlas, a saltarlas y, si es posible, a reírme de ellas.
He comprobado durante los últimos meses, que la vida te pone a prueba. He tenido que tomar las decisiones más difíciles de mi vida, y aunque jamás me he arrepentido de ninguna de ellas, me doy cuenta de que hay que luchar demasiado, que hay que ser muy fuerte porque detrás de una zancadilla seguramente viene otra y no es fácil ser siempre optimista ante las adversidades. Cuando piensas que todo va a ir mejor, que todo se está arreglando, de nuevo oscuridad. Mi problema es que no siempre recuerdo donde está el interruptor de la luz. No es un mensaje pesimista ni triste, es una declaración de intenciones. Es la proposición de ser buena durante los próximos tres meses para que los reyes magos crean en mi como yo creo en ellos.
(FOTO:Wordpress)

BIPOLAR

Como cada mañana, el señor Joaquín Rodríguez, se despertó en su lujosa mansión de La Moraleja. Antes de arreglarse para ir al trabajo, tomó un buen desayuno a base de café con leche y brioches francesas de la sección gourmet de El Corte Inglés mientras ojeaba las primeras páginas del periódico. Cuando acabó se dirigió a su habitación para prepararse no sin antes pasar por la sala y encender un magnifico reproductor de música mientras admiraba su colección de cuadros comprados en galerías de Manhattan. Una vez relajado se dispuso a realizar la actividad más importante de la jornada, preparar su atuendo laboral. Sabía que la imagen era fundamental en su trabajo. Unos pantalones rotos, una camisa sucia y un desaliñado gorro que le regaló su abuelo hacía millones de años. Se calzó sus zapatos, hechos añicos, de batalla y salió de casa para dirigirse a la puerta de la iglesia, marcada hoy en su agenda, a pedir limosna.

ESPEJOS Y ESPEJISMOS


Nunca me han gustado los espejos. Me parecían arrogantes, traicioneros y crueles. Evitaba los espejos, su reflejo y su forma de recordarme constantemente lo que yo era que, dicho sea de paso, no me gustaba. Es más, me condicionaba negativamente. Me ha costado mucho entender que siempre he sido yo quien ordenaba al espejo lo que me tenía que enseñar, la imagen que tenía que devolverme de mí misma. El pobre espejo no era más que un mensajero.
Los poderes de la mente son totalmente sorprendentes, inconmensurables, dan miedo. Desde hace ya algún tiempo he dejado de huir de los espejos, cuando miro y no me gusta, cierro los ojos para recordarme que puedo verme sin mirar. Después vuelvo a abrir los ojos y el resultado suele ser un poco mejor. No siempre, claro está, pero el resultado suele ser mejor. Un buen método es sonreirle al espejo, reirte de él, te sonríe y tu te sientes mejor. Aunque parezca una tontería, estoy convencida de que no lo es. Un gesto tan insignificante puede condicionar una mañana de caótico trabajo, la cola en el Inem o un semáforo eternamente en rojo. Si me apuras, diré también que la vida es como un espejo. Si la miras sonriendo, ella te sonríe también. No soy tan ingénua como para creer al pie de la letra estas teorías. Soy consciente de que hay días en los que el sentirnos desgraciados se convierte en la más indiscutible de las realidades. Sin embargo, en frío y haciendo balance, sé que hay parte de razón en ello. Una buena predisposición puede ayudarnos a tener una mejor suerte...quizás....almenos por intentarlo tampoco es que se pierda nada, no?
Creer en estas cosas me ha costado desengaños, sonrisas frustradas y fingidas, lágrimas de soledad y resignación...pero si en un futuro el espejo más veces que menos me devuelve sonrisas y soy yo quien colabora a ello, sabré que el camino era acertado y habrá valido la pena.
Si ya no me vienen ganas de romper espejos y espejismos por las mañanas. Si sé hablar de las pequeñas cosas aunque no entienda nada de física cuántica, sabré que el camino no era equivocado y sonreír, habrá valido la pena. (FOTO: ALVARO RUIZ)

UN PRESIDENTE DE CARTÓN PIEDRA

Antes que nada matizar que no pretendo realizar una crítica generalista ni contra todo un sector. No sería justo ni inteligente. Sin embargo, voy a criticar. Al igual qu eno me gustan los párrocos, obispos....con miles de euros en vestiduras (y eso no es criticar a la Iglesia ni mucho menos), tampoco me gustan los políticos que no sirven de ejemplo. Hace un par de días veía, a través de todos los canales televisivos italianos (están casi todos "comprados"), las imágenes del Primer Ministro italiano, Silvio Berlusconi, trás una reunión mantenida con el presidente ruso, Vladimir Putin.
He de reconocer que cuando veo a Berlusconi en la televisión no le presto demasiada atención, pero esta vez lo hice, le escuché y la sensación fue extraña, por dos motivos. Uno, su forma de bromear, el comentario exacto y repetidos posteriormente en las noticias, fue que "son necesarios dos para pelear pero para divorciarse basta uno". Era la prepotente respuesta del presidente a una pregunta sobre política nacional. Hacer una declaración del género mientras se sonríe a una población que no atraviesa su mejor momento no me parece lo más indicado. Como tampoco me lo parece la figura de un representante político de máximo nivel cuya cara ha sido operada tantas veces que ha perdido las facciones. Es como si una muñeca de porcelana, de aquellas que se regalaban para la Primera Comunión y guardaban nuestra cama, aquellas que daban màs miedo que otra cosa, te diera consejos y te tranquilizara sobre el futuro político. "No grazie, se l'esempio e Lei, preferisco rimanere povera".
No caeré en el error de criticar al Señor Silvio por sus escapadas a la casa de campo con compañía femenina a la que dobla y hasta triplica, seguramente, la edad. Me parece criticable, por supuesto, pero al fin y al cabo es su vida privada. Allá él y sus votantes, y sobre todo, allá ellas, la compañía. Sin embargo, deja bastante que desear que nos pida paciencia para superar la crisis alguien cuyo sentido del humor es inquietante y que se gasta el dinero público para estirarse la cara cual 'Plasticman'.
Si el ciclo económico indica que la situación debe mejorar, "es natural", dice, el ciclo de la vida indica que hay que hacerse mayor y envejecer. No es nada malo. Lo hará él, yo y todos. El dinero lo maquillará, pero no lo evitará.

UN SABIO


En la vida te cruzas con gente que te enseña. No necesariamente se trata de maestros, profesores, curas o ancianos, sin menospreciar a ninguno de ellos. Es gente sabia que ha aprendido de la vida y que sin necesidad de licenciaturas o masters, te enseña. Así me ha ocurrido no hace mucho. Por cuestiones que no vienen al caso, últimamente estoy visitando bastante un hospital y en una de las ocasiones me encontré con un sabio, con un verdadero maestro. Se trata de un hombre que se llama Cesare (el nombre es ficticio, el caso no), tiene 56 años y cáncer desde hace seis. Hace unos días me marcó.
A pesar de haber pasado varias veces por duras sesiones de quimioterapia y de pasar largos periodos en habitaciones aisladas, solo, él sonreía. Durante el tiempo que compartimos con él, que no fue mucho, no hizo más que pensar en el futuro y planear cosas que le quedaban por hacer, su alto grado de optimismo no decayó ni un solo instante. Daba apoyo moral no sólo al resto de enfermos de la sala, sino a los que no lo estábamos. Aceptaba con resignación su situación, pero con fuerza, planeaba la noche como si fuera la más divertida de las que iba a pasar en su vida. Si había fútbol, ese sería el gran plan y si la cena terminaba con manzanas al horno, ese sería el más exquisito de los dulces…..Cesare me dio una lección, como tantas otras veces me ha pasado. Porque yo sigo aquí preocupando por mis kilos de más o de menos, por permitirme un par más de vaqueros o por conseguir un trabajo que me guste. Me pongo en primer lugar porque no quiero resultar prepotente, pero creo que lo hacemos todos. Somos egoístas, nos miramos en el espejo y nos enfocamos con la luz, ensombreciendo el resto del mundo. Sin pensar, que la vida da muchas vueltas, muchos giros inesperados, y quizás un día nos despertemos en la sombra, en el otro lado, en el de “eso sólo les sucede a los demás”. Un día podemos ser los demás y sólo un modo de vida discreto, honesto y optimista nos ayudará a sobreponernos a una catástrofe. No lo hará una talla 38, ni un A4, ni el último modelo de chaqueta de Emporio Armani, no lo hará. Tampoco lo harán las mejores notas obtenidas, ni un puesto privilegiado de trabajo, ni ir a misa todos los domingos (que no se ofenda nadie). No nos salvará. Es cuestión de suerte, fortuna o destino….como lo queramos llamar, no depende de nosotros. Quizás nos salve tener más empatía, abrirnos un poco al mundo y aprender que es demasiado grande como para cerrar puertas, mirar espejos en lugar de ventanas o centrarnos en nimiedades. Quizás nos salve sonreír cuando damos los buenos días o aprender que las desgracias existen y pueden ocurrir a todos. Quizás nos salve cada día sentirnos bien sólo por estar vivos, tener familia, tener amigos y poder caminar. (FOTO: Sopeña Balordi)

UNA DULCE PESADILLA

Esta noche he tenido una pesadilla. Cerca de las tres de la madrugada me he despertado con frío en las piernas y sudor pegajoso en la espalda, todo al mismo tiempo. Soñé que todos éramos iguales, no del modo en el que narraba Huxley en 'Un mundo feliz', sino iguales en cuanto a derechos y obligaciones.
Era una terrible pesadilla. En mi sueño no existían las injusticias, la gente no moría de hambre ni se enfrentaba, desamparada, a catástrofes naturales. En mi maldito sueño, Haití no renacía de entre los escombros como el ave Fénix ni Chile perdía a 300 personas en uno de los más agresivos ataques de la Tierra que se conocen. He tenido una terrible pesadilla.
Un viento helado e intimidatorio amenazaba con atravesar las persianas de mi habitación mientras yo temblaba al imaginar a De Juana Chaos entre rejas, a Miguel Ángel Blanco vivo y a las niñas de Alcasser licenciadas, casadas y con hijos.
En mi maldita pesadilla, atravesar la franja de Gaza sólo significaba que estabas protegido de que te pillaran al jugar a 'Indios y vaqueros', había agua limpia para todos, el arroz se podía condimentar y se comía caliente, había navidades en familia, regalos para todos, sonrisas sinceras y chocolate por la noche.
En mi sueño, las reuniones servían para decidir si se comía spaguetti o paella, o acordaban partidos de futbol, no servían para dar un SI a una invasión de guerra.
La gente se cogía de la mano fuese cual fuese su color y en Taiwan, niños menores de 14 años no trabajaban por cuatro céntimos para que Nike venda sus productos a precios desorbitados y pague cantidades millonarias a jugadores famosos.
Esa fue mi pesadilla anoche, me alegré al despertar y ver que todo seguía teniendo sentido. El mundo seguía lleno de desigualdades e injusticias, dividido entre pobres y ricos, entre los que cuentan y los que no, los que deciden y los que no....la mayor parte de las veces por cuestiones de cuna......es así como nos han enseñado, no? a mirar hacía otro lado y alegrarnos de haber nacido aquí y no allí, esa es la única diferencia....casi me creo mi pesadilla y me pongo a pensar en cómo sería.....que ilusa.....no sucederá!

SIN QUERER


Empecé a quererte sin querer, porque no quería quererte.
Sin querer quererte, te estaba queriendo,
siempre sin querer.
Empecé a quererte sin querer
porque entraste abriendo todas las puertas, entraste haciendo ruido. Con paso firme y decidido.

Empecé a quererte sin querer
porque no esperaste respuestas, ni siquiera preguntaste. Tú, simplemente estabas.

Empecé a quererte sin querer
por autoconvencerme de que jamás te querría. De que no podía quererte.
De que no debía quererte.

Y así, sin querer quererte,
me acostumbré a tu presencia, a tu cercanía,
a tus defectos, a tu risa.
Me acostumbré a tus abrazos, a tus sueños,
me acostumbre a tus zapatos, a tu olor, a tu azul.

Sin quererte querer, me acostumbré a absurdas discusiones,
a tu no entenderme nunca. A tu nevera vacía.

Sin querer quererte, me acostumbré a tu estúpida coraza, a tus sonoros suspiros
y a tus críticas hacia mi café, hacia mi pijama.
Me acostumbré a tu cantar desafinado, a tus insaciables ganas de dormir y a tu mal despertar.

Y así, sin quererte querer, me di cuenta de que formabas parte de mi vida,
sin querer quererte, me di cuenta de que te quería.

HAITÍ

Estoy precupada porque creo que mi sensibilidad mengua con los años y me niego a aceptar toda la responsabilidad. Lucho contra la inmunidad de mis ojos que se acostumbran a la pobreza, a la tristeza y a las imagenes que deberían hacer saltar en mi toda la rabia.
Me cabreo con la naturaleza, por traernos desastres, me cabreo por la falta de recursos y capacidad de reacción de algunos gobiernos y me cabreo por la importencia de ver situaciones dolorosas de tanto reales. Me estoy volviendo inmune.
Veía las imágenes de un Haití destruído hace unos días, de un país que sufre y de gente que llora. Gente que, sin tener nada, sigue perdiendo mientras el resto observamos, cual voyeur morboso, desde el sofá.
Me cabreo conmigo misma porque con dcada imágen esta gente me da una lección que sigo sin aprender. Siguen sonriendo, siguen soñando y siguen adelante, a pesar de obstáculos prácticamente insalvables. Su fortaleza no tiene límites, ni su generosidad, ni su optimismo. Su sentido de disfrutar de la vida es envidiable.
Es duro pensar en la desigualdad que hay en el mundo e indignante comprobar como la teoría propugnada tras los objetivos de la creación de las Naciones Unidas no han dado verdaderos frutos. Se coopera con intereses escondidos, a cambio de algo. Las diferencias entre el Primer y el Tercer mundo son cada vez mayores, hay cerca de 500.000 ONGs en el mundo, miles de programas de cooperación y desarrollo, millones de voluntarios y gente solidaria....Sin embargo, sobre el terreno, siguen perdiendo los mismos.

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