BUENOS DÍAS


Hemos perdido los valores. Recuerdo que cuando era pequeña, las mujeres en mi pueblo se pàraban por la calle unas con otras y se preguntaban por cómo iba la vida. Lavar la acera los sábados por la mañana era más un acto colectivo que una tarea del hogar. En mi pueblo sigue sucediendo ahora, pero seguramente se acabará con las nuevas generaciones y con la vida ajetreada de las grandes ciudades.
Desde hace unos días me fijo en la cara de la gente cuando camina por la calle, cuando va al centro, cuando hace la compra, cuando pasea...la gente mira pero no ve nada, no ve a sus semejantes y tampoco le interesa verles. Están demasiado ocupados en sus cosas como para pensar en los demás, para pararse a preguntar o incluso para saludar. Así que desde hace unos días yo estoy haciendo un ejercicio que consiste en ser la primera en saludar y dar los buenos días. Tanto si les conozco como si no, tanto si me miran como si no, tanto si me apetece como si no me apetece.
Por las mañanas voy a correr y veo a abuelitos que dan sus paseos en solitario, señoras que caminan mientras arreglan el mundo y hombres que lo hacen sin ganas por consejo médico. Yo doy los buenos días a todos y sonrío. Y he descubierto que es una costumbre que puede dar muchas satisfacciones. Es cierto que hay personas que me ignoran completamentem pero hay otras que devuelven la sonrisa y, sorprendidas, hasta saludan con la mano. Es precioso y me hace sentir bien.
Al final será cierto que el único modo de recibir es dar primero.

ESPERANDO A LOS REYES MAGOS


Durante los últimos días he decidido que voy a creer de nuevo en los reyes magos. A pesar de que el mito se rompió cuando aún era muy pequeña, demasiado pequeña, he decidido que de nuevo, absolutamente, voy a creer en ellos. Y es el momento oportuno porque llega la Navidad (si si, tres meses pasan volando). Este año, y con tres meses de antelación, voy a pedirles a Melchor, Gaspar y Baltasar poderes mágicos. En mi carta les explicaré que he sido buena y que necesito fuerzas para superar las pequeñas bromas de la vida. Necesito poderes para ver venir las diminutas piedras del camino, que si es cierto que no te hunden, te lastiman las rodillas y después te hacen cojear. Necesito aprender a esquivarlas, a saltarlas y, si es posible, a reírme de ellas.
He comprobado durante los últimos meses, que la vida te pone a prueba. He tenido que tomar las decisiones más difíciles de mi vida, y aunque jamás me he arrepentido de ninguna de ellas, me doy cuenta de que hay que luchar demasiado, que hay que ser muy fuerte porque detrás de una zancadilla seguramente viene otra y no es fácil ser siempre optimista ante las adversidades. Cuando piensas que todo va a ir mejor, que todo se está arreglando, de nuevo oscuridad. Mi problema es que no siempre recuerdo donde está el interruptor de la luz. No es un mensaje pesimista ni triste, es una declaración de intenciones. Es la proposición de ser buena durante los próximos tres meses para que los reyes magos crean en mi como yo creo en ellos.
(FOTO:Wordpress)

BIPOLAR

Como cada mañana, el señor Joaquín Rodríguez, se despertó en su lujosa mansión de La Moraleja. Antes de arreglarse para ir al trabajo, tomó un buen desayuno a base de café con leche y brioches francesas de la sección gourmet de El Corte Inglés mientras ojeaba las primeras páginas del periódico. Cuando acabó se dirigió a su habitación para prepararse no sin antes pasar por la sala y encender un magnifico reproductor de música mientras admiraba su colección de cuadros comprados en galerías de Manhattan. Una vez relajado se dispuso a realizar la actividad más importante de la jornada, preparar su atuendo laboral. Sabía que la imagen era fundamental en su trabajo. Unos pantalones rotos, una camisa sucia y un desaliñado gorro que le regaló su abuelo hacía millones de años. Se calzó sus zapatos, hechos añicos, de batalla y salió de casa para dirigirse a la puerta de la iglesia, marcada hoy en su agenda, a pedir limosna.