PERIODISTAS EN MAYÚSCULA

Los periodistas somos bichos raros, gente extraña. Para empezar son muy pocos los que se dedican al mundo de la comunicación sin tener una clara vocación para ello. Las facultades de ciencias de la información están llenas de ilusos ilusionados dispuestos a cambiar el mundo, a llegar a la verdad para contarla y dispuestos a conseguir ser tan objetivos como la mente humana permita ser.
Los periodistas somos gente con una escala de valores diferente. Sabemos que no es fácil el ‘mundillo’ y eso forma parte de lo atractivo que es para nosotros el sector. Renunciamos, la mayor parte de las veces, a diversas facetas de nuestra vida. A cervezas con amigos, compras con la familia o comer a horas decentes. Todo son momentos especiales que nos podemos permitir en días festivos, de libranza o puentes extraños, cuando los hay.
Los periodistas somos gente peculiar. Porque, a pesar de los pesares, nos quejamos poco. Entendemos nuestro trabajo como parte de lo que somos y no como una carga necesaria para ganar dinero. No nos gusta que nos digan que somos periodistas 24 horas al día, pero sabemos que lo somos. Observamos, escuchamos y entendemos las cosas que suceden al mismo tiempo que pensamos cómo y de qué modo deberíamos contarlo.
Los periodistas somos a veces resignados otras veces soñadores pero siempre optimistas. Lamentamos, a la vez que entendemos, como grandes empresas se apoderan de nuestros medios y nos callan la boca en más de una ocasión. Pero no nos rendimos, porque somos periodistas y entendemos la necesidad de nuestra profesión. Seguimos pensando que es importante lo que hacemos. Existan las carencias, versiones y manipulaciones que existan. Confiamos en la diversidad de puntos de vista y en la capacidad de la gente para discernir. A la vez que publicamos, emitimos y redactamos una noticia, gritamos en silencio a quiénes nos escuchan con qué debería quedarse, conscientes de que no siempre estamos diciendo las cosas tal y cómo nos gustaría decirlas por impedimentos e imperativos varios.
Confiamos en la opinión pública, en qué entienda nuestra posición y en que sea lo suficientemente inteligente como para saber que somos honestos. No siempre lo son nuestras empresas, pero nosotros somos honestos. Creemos en la profesión, en lo que hacemos y en una opinión pública libre, formada. Por eso luchamos cada día, por eso renunciamos a nuestras horas de ocio y vida, por eso callamos en demasiadas ocasiones y por eso nos dedicamos a lo que nos dedicamos.

YO NO TE PIDO (M.BENEDETTI)

Yo no te pido que me bajes
una estrella azul
sólo te pido que mi espacio
llenes con tu luz.
Yo no te pido que me firmes
diez papeles grises para amar
sólo te pido que tú quieras
las palomas que suelo mirar.
De lo pasado no lo voy a negar
el futuro algún día llegará
y del presente
qué le importa a la gente
si es que siempre van a hablar.
Sigue llenando este minuto
de razones para respirar
no me complazcas no te niegues
no hables por hablar.
Yo no te pido que me bajes
una estrella azul
sólo te pido que mi espacio
llenes con tu luz.

SIEMPRE LO HE SABIDO


Siempre he sabido que existías, que estabas, que eras…
al levantarme por las mañanas suspiraba anhelosa de encontrarte hoy
de cruzarme contigo
y las esperanzas se desvanecían al anochecer con la sensación de haber perdido otro día. Otra búsqueda sin resultado.

Siempre he sabido que existías, que estabas, que eras…
que me tenderías una mano en cualquier momento, en cualquier apuro
sabía que estarías conmigo y que no cabrían más errores
sabía que en ese momento yo lo sabría, que te encontraría.

Siempre he sabido que existías, que estabas, que eras…
mi casa está donde estas tu, donde me ames, donde me sientas
ahí está mi identidad, mi realidad,
mi nombre es junto al tuyo y junto a ti, mi caminar y mi sentido…

Siempre he sabido que existías, que estabas, que eras…
no importaba esperar, no importaba el tiempo
porque yo confiaba ciegamente en el resultado,
sabía que estabas, que sonreirías…

Siempre he sabido que existías, que estabas, que eras…
he sabido que me buscarías, que me llamarías y que vendrías
he sabido que susurrarías que me quieres al oído y que el mundo
se callaría.

Siempre he sabido que existías, que estabas, que eras….
tantas cosas había sabido, tantas y tantas veces había soñado
que la realidad asusta. Sabía que vendrías, pero no sabía cuando.
Ahora si, puedo tocarte, acariciarte y olerte, saberte conmigo.

Siempre he sabido que existías, que estabas, que eras…
Siempre lo he sabido.

COBARDE

Si me diesen a elegir entre que me faltase una pierna o ser una persona cobarde elegiría lo primero. Porque tal y como me hago mayor me doy cuenta de que la valentía de las personas se abandona en el camino al andar y el sentido de la responsabilidad se esfuma a pasos forzados. Nadie somos lo que soñamos ser y la frustración nos vuelve débiles, nos vuelve inútiles para reivindicar y más aún para asumir una responsabilidad de la que quizás podamos escaquearnos.

Podría parecer éste un discurso ajeno y lejano, complicado de entender y de aplicar a nuestra vida cotidiana. Sin embargo, con sólo abrir los ojos y observar nos daremos cuenta de lo vergonzante y vergonzoso que resulta que sepamos gritar para que nuestra voz se oiga, que sepamos levantar la cabeza hasta el cielo, por encima de la de los demás si es posible, que nos maquillemos cada día con aires de superioridad y cuando, inevitablemente, nos equivocamos, intentemos camuflarnos entre la multitud de posibles responsables de la metedura de pata y no sepamos gritar entonces un “es culpa mía”, un “lo siento” y un “no volverá a ocurrir”.

Me duele comprobar que no aprendemos a que los errores son humanos, que nosotros también lo somos y que asumirlos nos convierte en mejores personas, en más valiosas y, posiblemente, en más felices o al menos, no pesará tanto la culpa.

Echo de menos el timbre de mi puerta y echo de más a los intermediarios. Echo de menos una conversación adulta frente a un café y echo de más las excusas tímidas de un hecho injustificable. Echo de menos las sonrisas sinceras y las manos tendidas y echo de más a los que gritan demasiado y creen que todo lo saben. Echo de menos las ganas de aprender y de escuchar y echo de más los pisotones. Echo de menos argumentos que me hagan retroceder en mi argumento y echo de más comportamientos que me confirman que todos, o casi todos, somos unos cobardes.