Esa mañana no me tomé el Actimel, mi mecanismo de defensa se perdió entre los sueños de la oscura noche y no despertó conmigo. La tristeza y la nostalgía se apoderaron de mi hasta el punto de soltar mis manos de los agarres de mi vida y hacer que perdiese el equilibrio.
En esos casos, mi mecanismo de defensa suele darme motivos, con rapidez, para sonreír de nuevo y seguir adelante. Mi mecanismo de defensa detecta las lágrimas antes de que lleguen a ser visibles para los demas y me recuerda porque no debo llorar. Sin embargo, esa mañana, no llegó a tiempo. Confusa y perdida, me derroté a mi misma con mensajes catastrofistas que no hicieron más que acelerar el fin de la partida en mi contra. Las cosas no salieron como yo esperaba y no supe responder. No supe estar a la altura y eso duele, te hunde.
Mi mecanismo de defensa no llegó a tiempo.
Empecé a echar de menos con demasiada ansiedad, empecé a sentir frío y los pensamientos positivos no venían en mi búsqueda, no me ayudaban.
Estiré los brazos, casi sin fuerzas, mi mano se abría paso en la oscuridad buscando un punto de apoyo que me ayudara a levantarme, a sobreponerme, pero no encontré más que gelatina falta de solidez. Se deshacía entre mis dedos, dejándome caer de nuevo.
Y así de rápido, me sorprendí llorando. De un modo desesperado y contradictorio lloraba. Lágrimas desgarradas que me tranquilizaban a la vez que me hacían sentir más débil. No pude más que pensar que mañana sería otro día y esperar que fuese mejor. Un día en el que si al despertar no estabas tú, no te echase tanto de menos. (FOTO:M.C.MENENDEZ)
En esos casos, mi mecanismo de defensa suele darme motivos, con rapidez, para sonreír de nuevo y seguir adelante. Mi mecanismo de defensa detecta las lágrimas antes de que lleguen a ser visibles para los demas y me recuerda porque no debo llorar. Sin embargo, esa mañana, no llegó a tiempo. Confusa y perdida, me derroté a mi misma con mensajes catastrofistas que no hicieron más que acelerar el fin de la partida en mi contra. Las cosas no salieron como yo esperaba y no supe responder. No supe estar a la altura y eso duele, te hunde.
Mi mecanismo de defensa no llegó a tiempo.
Empecé a echar de menos con demasiada ansiedad, empecé a sentir frío y los pensamientos positivos no venían en mi búsqueda, no me ayudaban.
Estiré los brazos, casi sin fuerzas, mi mano se abría paso en la oscuridad buscando un punto de apoyo que me ayudara a levantarme, a sobreponerme, pero no encontré más que gelatina falta de solidez. Se deshacía entre mis dedos, dejándome caer de nuevo.
Y así de rápido, me sorprendí llorando. De un modo desesperado y contradictorio lloraba. Lágrimas desgarradas que me tranquilizaban a la vez que me hacían sentir más débil. No pude más que pensar que mañana sería otro día y esperar que fuese mejor. Un día en el que si al despertar no estabas tú, no te echase tanto de menos. (FOTO:M.C.MENENDEZ)